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“Sin andar con laberinto
pregunta la ciencia mía
cuantas onzas pesaría
la espada de Carlos Quinto;
aunque vengan veinticinco
a sacar cuenta veloz
han de bajar a mi Dios
con toda su protección,
no venga ningún chambón
a levantarme la voz.

Yo por eso no me meto
cuando oigo conversar
porque yo lo sé verbal
que la ley santa divina
dice la santa doctrina
que ver oír y callar
y dicen que Juan se embarca
nadie lo manda a embarcar,
el que no es gente en su tierra
menos ha de ser del mar.

Sortija de oro macizo
que en el mar se me cayó,
prenda de hombre casado
para qué la quiero yo.

Sí es cierto que soy casado
yo no lo puedo negar
que el nudo más azocado
también se puede soltar.

En fin, serafín sin fin,
vengo a hacerte una consulta:
si hay plazo que no se cumpla
o amor que no tenga fin.

Los tiestos, con ser los tiestos,
de recogidos se botan,
se vuelven a recoger
si en algún tiempo se topan”.