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Nació en Colombia, pero se crió en el sitio La Lagua, cantón Santa Ana, provincia de Manabí, en Ecuador, donde aún continuaba viviendo en el año 2002, cuando se le realizó la entrevista. Compartió gustosa cuentos, leyendas, poesía popular, canciones tradicionales, juegos de rueda, y memorias sobre las fiestas religiosas populares y sobre sus vivencias. Sus memorias están contenidas en un libro publicado en el 2004.

 

 

 

 

“¿Quieren qué les cuente un cuento?

-Sí, sí, abuelita.

¿No es de brujas? -dijo entonces la una.

-¡No, niñas! Es un cuento muy bonito, se titula ‘La princesita cristiana y el moro de la laguna’. El señor decía:

Que la requería de amor
el morito de alta alcurnia
que todas las noches iba
con su gaita y su capucha.

Y sucedió que una noche
se vio a la luz de la luna
que el morito y la princesa
se abrazaban con ternura.

Supo el rey don Pelayo
y se puso hecho una furia,
agarrole por las piernas
diciendo ‘eres un granuja’
y le pegó con tal ímpetu
un puñetazo en la nuca
que el morito fue rodando
al fondo de la laguna
y la princesita rubia
cayó muerta para atrás.

O será -tal es el caso-
que sobre la sepultura
se oye un gemido que asusta,
un ¡ay! prolongado y triste,
¡ay! que en el eco retumba.

La voz del moro, sin duda, abuelita -dijo una de ellas.

Esas cosas me espeluznan -dijo Manuela- son fenómenos de acústica, hidrógeno fosforado, descomposiciones químicas, componentes que se juntan, ¡son emanaciones pútreas (pútridas)! -dijo.

-Mira niña, ¡tú te calla(s)! Si a ustedes estos cuentos les disgustan, en cambio estas dos pequeñas con gran atención me escuchan. Mas, qué veo, están dormidas -y se soba los ojos. ¡Mas qué veo! ¡Están dormidas! Pero basta de tertulia, ¡me he lucido!, ¡me he lucido!, ¡me he lucido! -dijo la vieja.”