Dentro de la investigación de campo realizada en el año 2010, se desarrolló, en el domicilio de doña Josefa Véliz Franco, ubicado en el sitio San Bartolo del cantón Santa Ana, la representación de un Chigualo, como insumo para la realización de un vídeo para el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural DTZ4, con la participación de los exponentes de tradición oral: Dúval Zambrano Álava (Santa Ana), Juana de las Mercedes Franco (Santa Ana), Mariana Basurto Véliz (Rocafuerte), Aurelio Zambrano Macías (Jama), Aidé Macías Villamar (Santa Ana), y Josefa Véliz Franco (Santa Ana).
La Navidad manabita toma su expresión en la celebración de los Chigualos. Pero, ¿qué son los Chigualos? Son aquellos “versitos” cantados en honor al Niño Dios, en reuniones nocturnas a las que asistía la casi totalidad de la comunidad
“Nosotros llegábamos a la casa donde estaba el Niño Dios. ¿Sí conocen el Niño Dios? Yo tengo uno así. Un Niño Dios. Entonces, nos invitaban: don Adán, don Basurto, traiga a las muchachas para cantarle al Niño. Y mi papá, como eran orejón (consentidor) nos mandaba. Cuando ya llegábamos, formábamos, todas en cuadernos, ahí, a cantarle al Niño”. (Gloria Gaudelia Ceme García - Portoviejo).
“Buenas noches Niño/ noches le estoy dando/ con este versito/ le estoy saludando//” (Modesta Esperanza Villamar Bermello - Portoviejo).
“Qué lejos caminos/ los que yo he venido/ su amorcito, Niño/ es que me ha traído//” (Juana Leonela Medina Ávila - Puerto López).
“Felicito al Niño/ por el día de hoy/ por el de mañana/ no sé dónde estoy//” (Dolores María Zambrano Talledo - Pichincha).
Chigualos son también las grandiosas “Fiestas del Niño”, aderezadas con exclusivos e ingeniosos juegos de rueda en los que la poesía popular, los amorfinos, cobraban vida
“Chigualico, chigualó/ este pobre lo pagó/ chigualico, chigualó/ este pobre lo pagó// Ahí bailando, ahí ya le ponían el sombrero. Ahí le entraba a la rueda el otro”. (Mercedes Segunda Rubira Caiche - Puerto López).
“El baile del sombrerito/ se baila de esta manera/ y dando la media vuelta / y dando la vuelta entera/ con el sombrero en la mano/ poniéndoselo a cualquiera//” (Familia Montesdeoca - El Carmen).
“Sí, así, pues, hacíamos una ronda grande, una rueda, y ahí decían eso. Y bailaban y sacaban las parejas y ahí bailaban, ¡era bastantísima gente que habíamos así! Yo le digo que desde que se acabaron los Niños Dios, los Chigualos, como que el tiempo se cambió. Yo le digo, donde dejaron los Niños botados, como quiera”. (Ana Rosa de las Mercedes Marín Alcívar - Rocafuerte).
La celebración tenía inicio la noche del 24 de diciembre y se prolongaba -generalmente- hasta el 2 de febrero, día de las candelarias
“Ya desde las siete de la noche empezaban a pesebrear. Se iban a ese pesebre, ahí cantaban bailaban. Ahí se bajaba al Niño, ya lo sacaban en procesión, ya la comadre, la dueña (del pesebre) recibía al Niño, la madrina lo entregaba, el Niño iba adentro a su cuarto. Ya se quedaba todo ya para bailar, sí. Enseguidita comenzaba la comida. De antes, esas comilonas, pues, de los Niños, eran buenas. Una mesa era, ¡pero ve!, de gol a gol, llena de comida. Porque ahí ponían, que la torta de dulce, que el bizcochuelo, que la tortilla de maíz, que la tortilla de yuca. De antes sí que era bueno, de verdad, y de ahí los platos de comida con semejantes (muy grandes) gallinas, y eran presas de gallina, pues, criolla”. (Arminda Aeropaguita Zambrano Zambrano - Chone).
“¡Ah!, al Niño se esconde cuando nace, pues, cuando recién el Niño va a nacer, ahí es que se esconde, en las pajas; ahí hasta que lo encuentren. Es la noche que va a nacer. Ahí cuando ya lo encuentran, ahí es que ya se le canta”. (Georgina Victoria Bermúdez Valencia - San Vicente).
“La Virgen María/ pasito a pasito/ escondiendo al Niño/ por los montecitos//” (Carmen Guillermina Farías Valencia - San Vicente).
“En la noche que era buena, al Niño lo tapaban. Le hacían un corazón de papel. Y después que le amarraban las puntitas, ahí le iban abriendo, hasta que llegaban las doce. Ya llegando a las doce, le abrían todo, ¡nació el Niño Dios! Desnudito. A esa hora lo vestían ya”. (Ramona Antonia Zambrano Vera - Junín).
“De ahí hasta el 2 de febrero, terminábamos cuando ya se decía el verso para despedir el Niño Dios: Al 2 de febrero/ son Las Candelarias/ cantémosle al Niño/ antes que se vaya//" (Rosa mercedes García Palma - Santa Ana).
Una multiplicidad de tonadas acompañaba el canto de los versitos: alegres -contagiosamente alegres- al inicio, y tristes -profundamente tristes- en la despedida
“Dónde está María/ dónde está José/ lavando la cuna/ lavando la cuna/ pa’ el Niño nacer//” (María Hilda Valencia Montaño y María Bolivia Rayo Cheres - Pedernales).
“Yo lloro, porque parece que es un niño que se va de su casa. Yo hay veces no me soporto (se entristece y llora). Así es: Ay, qué pena tengo/ qué aflicción me da/ en ver que este Niño/ que ya se nos va//” (Ramona Efigenia Solórzano Rosado - Junín).
El desarrollo de estas fiestas era el resultado de todo un ordenamiento y estructura particulares, gestado año a año por sus actores
“Al 2 de febrero. Allá, el grupo de padrinos entregaban al Niño, ¿no? Yo me acuerdo que en esa época los padrinos, las madrinas, cantaban: Señora comadre/ aquí traigo al Niño/ recíbalo pronto/ que va dormidito//. El día 25 de diciembre. Ese día escondían los Niños en los jardines, ¡qué sé yo!, y luego, pues, iban ahí. El que encontraba al Niño ese era el padrino preferido, ese era el anfitrión, se puede decir, de esa noche, ¿ya? Niñito bonito/ mi Niñito Dios/ dichoso es el hombre/ que hoy lo encontró//” (Pedro Paulo Párraga Sánchez - Pichincha).
“Por ejemplo, hoy día usted, usted tenía un Niño Dios, decía: En tal fecha voy a poner al Niño, se hacía la bomba (se regaba la noticia): en tal casa hay puesto el Niño, y ahí íbamos. Así iba la gente, los amigos y las amistades. Los vecinos, los amigos. Y ya la juventud se sabía invitar: Vamos donde Fulana de tal. Vamos al Chigualo acá. Y entonces, de ahí, usted dijo: No, voy a nombrar madrina de la apeada del Niño a esta señora. Y la dueña de casa nombraba una madrina. Los padrinos llevaban las bebidas, las mistelas. Las madrinas, los dulces. Ahí se repartían tortas, se repartían dulces, después que ya se cantaba al Niño”. (José Dolores Marcillo Mendieta y María Ubaldina Mera Zamora - Bolívar).
Las festividades culminaban con un gran baile donde participaban los asistentes
“Con guitarra. No había casi más. Después vino el fonógrafo, pero ya llegó tarde. Después la victrola. Con guitarra y bandurria que hacían ellos, de caña. Ya ahora todo se ha muerto. Ya se han olvidado. Se murieron los que sabían. Ya no hay nada de eso; aquí no hay quién toque guitarra. Casi en toda casa sabían tocar guitarra”. (Antonio Silva Toala - 24 de Mayo).
Los Chigualos eran también la oportunidad esperada -durante meses- para enamorar, para enamorarse
“Íbamos a pie de aquí, desde Charapotó hasta San Clemente, y de ahí ya regresábamos vuelta (otra vez) a medianoche, a piecito, vuelta. Había muchachas que, jugando ahí, se entretenía ahí y venía contento uno, así caminara. En esa época, sí que había bastantes muchachas por allá, pues. Nosotros, hay que decir la verdad, pues, nosotros nos enamorábamos de las muchachas también en esa época”. (José Félix Gilces Murillo - Sucre).
“¡Claro! Ahí es que se aprovechaba un poquito en ese tiempo. Es que cuando uno está joven, pues, ahí coquetea. Ahí entran los enamorados y todo, la alcahuetería. Pero eso sí, ¡ojo!, que los viejos no se dieran cuenta. ¡Y ahora no!, pues. Ahora como ya estamos viejas ya pasó todo”. (Rosa Benedicta Andrade Mera y Socorro Mercedes Mendoza Cedeño - Santa Ana).
“El enamorado ahí andaba y todo. Y ya ahí ya al Niño había que respetar, pues. Ya al Niño ya le tapaban con una randa blanca se le tapaba la carita. Sí, para que ya no vea, pues. Sí, pues, no es que ya yo iba con el enamorado a cogerme de la mano y ahí es donde el Niño iba… no, no. Sí, así era que hacíamos. Lo respetábamos, hum. El Niño se respetaba, así era”. (Gloria María García Salazar - Sucre).
O el extracto de la fe de nuestra gente
“Mi nuera que está por ahí, ella no podía tener criatura, no podía tener. Y le digo: mire, mire, le digo, Rosita, hágale el pesebre al Niño, y pídale al Niño que le dé una niña, un niño. ¡Hágale!, cuando sea tres años hágale, tres años y verá que el Niño le va a conceder. Oiga, a los dos años sería que iba y la señora sale encinta y tiene una negrita ahí, por ahí estaba esa negrita. Y ahí le terminó el otro año ya, ahí con familia le terminó. Y mire, el Niño le concedió. ¡Y que acaso podía tener! Tenía niños pero se le salían, a los dos, tres meses se le salían, los botaba. Y esa niña se le quedó”. (Mercedes Aidé Falcones - Portoviejo).
En resumen, los Chigualos -al calor de la extraordinaria filosofía de nuestros mayores- encierran el verdadero sentido de la Navidad: compartir lo que tenemos, sin importar cuánto tenemos, y disfrutarlo colectivamente. Los Chigualos -aunque en escaso número- aún persisten
“Me gusta acompañarlas, me gusta ver la alegría, la emoción de ver que son unas personas ya, digamos, mayores y les gusta cantar, les gusta bailar, hacen la ronda, baile, se divierten más que la gente joven". (Gina María Vélez Villamar - Portoviejo).
“Como yo los veía que ellos hacían, entonces yo una vez cogí esa tradición y ahí yo digo: yo voy a comenzar a hacerle la fiesta al Niño Dios. Cambié al Niño Dios y lo hice". (Encarnación del Quinche Montesdeoca Montesdoeoca - El Carmen).